sábado, 26 de noviembre de 2016

El puente

Llevo aquí días y meses y años y lustros y  décadas y siglos y  milenios; así que os podéis imaginar lo que he visto, sufrido y aprendido en este tiempo.
Nací en tiempo del gran Augusto y desde mi nacimiento he servido a muchas personas y personajes, algunos de ellos de gran relevancia. Cuando yo nací, ya existía mi compañero el de las aguas salobres que desaloja sus aguas a muy pocos metros del lugar, en el poderoso Guadalquivir, y estoy convencido de que yo me iré y él permanecerá ahí para siempre. El eterno río, con la misma canción y distinta agua que diría el poeta. Antes jamás el río me había dañado, pero ahora obligado por la acción ingenua del hombre moderno, se ve inexorablemente condenado a perjudicarme y nuestra simbiosis positiva se ha hecho negativa. Los ingenieros modernos construyeron un hermano a pocos metros de mi ubicación; cuánto bombo le dieron y que poca vida tuvo provocando algunas muertes de lo cual yo me enorgullezco de no haber provocado ninguna en mi dilatada vida. En el 1986 añadieron al río el caudal del arroyo las Cañas lo que añadido a que en el 1999 me colocaron unas losas de hormigón que anularon mis tajamares y solo  han servido para dificultar la salida de caudal y permitir más inundaciones. ¡Qué gran dislate!
Me construyeron con piedras de arenisca roja, con un arco central y dos laterales así como un par de aliviaderos y como es costumbre en la época: firmitas, utilitas, venustas, (solidez, utilidad y belleza) y por cierto que lo consiguieron.
Grandes legiones romanas me utilizaron y todos los habitantes de Ripa se sintieron satisfechos con mi nacimiento. Teniendo en cuenta que una legión romana constaba de 4.200 soldados podéis imaginar la cantidad de personas que han utilizado mis servicios.
El  poderoso Almanzor y sus ejércitos hollaron multitud de veces mi suelo. Gran cantidad de caballos que cruzaban y volvían a cruzar. Él con sus huestes pasaban por aquí y cuando volvían, después de sus razias, traían consigo miles de doncellas castellanas.
Romanos, almorávides, almohades, andalusíes ejercito republicano, ejercito nacional,  todos se sirvieron de mí. Gran cantidad de andalusíes pasaron cuando fueron a ayudar a Muhammad Al-Nasir (Miramamolín) en su desastrosa batalla de las Navas de Tolosa. Muy pocos pudieron volver a utilizarme.
A personas, animales, bicicletas, motos y coches he servido durante mucho tiempo, prácticamente hasta 1965  y a pesar de todo aquí sigo presenciado impertérrito los acontecimientos.
Hoy en día me siento viejo y olvidado, soy un trasto más al que unos gobernantes  ignorantes e indolentes no saben apreciar.

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