Miguel Hernández, el pastor, el poeta, el guerrero, el
hombre que prefirió morir en la cárcel antes que caer de hinojos ante la
dictadura, es una persona que siempre me ha gustado.
Escribió el poeta:
Los bueyes doblan la frente,
imponentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
( Viento del pueblo)
No me gusta este gobierno corrupto, coercitivo, reductor que
no le gusta la cultura y pretende volver al pueblo analfabeto, que deja morir
en la calle o en los pasillos de los hospitales a los pobres, que desaloja de
sus casas a los obreros protegiendo a los banqueros taimados y embaucadores,
que no ofrece trabajo sino a sus familiares y amigos, y que se rodea de
ilustres ignorantes a los que llaman asesores, dotándolos de suculentos sueldos.
Tampoco me gusta esta oposición que ahora sabe encontrar solución a los problemas
del país, pero que cuando estaba en el poder desgobernó y destruyó todo lo que
tocaba, esta oposición que solo pretende recuperar el puesto de privilegio que
antes tenía y prolongar así indefinidamente la bicefalia política que siempre
hemos tenido.
Gutta, gutta cavat lapidem, escribían los romanos.
Señores políticos ( perdón por lo de político) dejar de
robar, recortar y restringir que ya el
pueblo está muy harto y puede ser que muy pronto los bueyes rujan como leones.
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